ACAPULCO: ROMPER EL CERCO DEL AUTORITARISMO.
Felipe Guerrero.
No antes, sino despues de la tragedia, el Presidente López Obrador ordenó la intervención del Ejército y un cerco militar sobre Acapulco, y por sus pistolas practicamente prohibió que la sociedad civil del país, como lo ha hecho históricamente, se sumara a la tarea del auxilio inmediato a la población.
Bajo la mezquina idea de que “nadie se aproveche de la desgracia”, AMLO decretó de facto que las fuerzas armadas se encargaran del auxilio a la población, sin que hasta ahora, a tres días de la tragedia, los víveres más elementales hayan llegado a la mayoría de los damnificados.
Hasta hoy sábado por la mañana, la cifra oficial de apoyo contabilizaban 11 mil despensas y 40 mil litros de agua, datos que suenan a burla de frente a una población de al menos 600 mil damnificados.
Los propios soldados se quejan que los mandaron a la “guerra sin fusil”: Sin picos ni palas y sin la maquinaria apropiada para iniciar el proceso de limpieza y, al mismo tiempo, contrarrestar la amenaza sanitaria.
Vaya, ni a los trabajadores de la CFE los proveyeron de agua y de alimento y, a pesar de su labor fundamental, han declarado que también se sienten también damnificados.
El desespero ya se instaló en el ánimo de los acapulqueños, porque el cerco armado en vez de ayudar impide y limita la ayuda exterior y el ingreso de organizaciones civiles y humanitarias, muchas de las cuales ya alzaron la voz y le exigen al Presidente que levante el absurdo cerco militar.
Acapulco y su sociedad no es propiedad de nadie, menos de medidas dictatoriales del Presidente y el Ejército. La desgracia y la situación practicamente de hambruna de la población no puede ni debe estar secuestrada por un gobierno que, paradógicamente, se ha convertido en un estorbo para que la ayuda humanitaria del pueblo de México fluya.
Acapulco nos necesita a todos y no es posible que el propio Presidente López Obrador, bajo el criterio de que todo lo que venga de la sociedad organizada es lucro político, se haya hasta ahora convertido en el obstáculo principal para que más ayuda, pronta y expedita, llegue a los acapulqueños, sobre todo a los más pobres, a los que, ahora sí, se quedaron prácticamente en la calle.
Si innediatamente el cerco no se rompe de aquí para allá, entonces se corre el riesgo que el cerco se rompa de allá para acá, sobre todo porque el saqueo a las tiendas ya se agotó y la hambruna no respeta fronteras ni cercos militares. ¡Aguas!
